martes, 9 de junio de 2009

VALORES EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

Hacía demasiado tiempo que no escribía en el blog. Escribir es algo que sólo resulta reconfortante, sólo da un fruto mínimamente decente, cuando se convierte en una necesidad, o bien cuando se enfoca como una profesión. Este último no es mi caso, de modo que las palabras sólo me brotan a impulsos irregulares. Escribo espoleado por José Saramago: sus recientes artículos sobre Berlusconi ("la cosa Berlusconi" o "el sátrapa", como lo ha definido), así como la entrevista concedida a la Agencia EFE ante la presentación de su último libro son buenos ejemplos. También me animan los escritos de un maestro y amigo que, hablando "desde su lenguaje", destila en cada línea la esencia de un corazón grande y generoso.

Ha dicho Saramago que "la corrupción no le importa a nadie [...] La corrupción no es solo material, es también moral. la pérdida de valores es el fenómeno de masas que define estos tiempos" (leer aquí entrevista en prensa). Siento decir que creo que D. José tiene razón. Saramago es un referente ético de nuestro tiempo. Su fragilidad física y su enorme fortaleza moral, contrastan tristemente con la realidad de nuestros días, en la que se sacraliza lo superfluo y se reduce la reflexión ética hasta dejarla en un mínimo raquíticamente cómodo para mantener calladas nuestras conciencias.
Es triste admitir que la corrupción moral y material no le importe a casi nadie; que no sea una prioridad entre nuestras preocupaciones. Pero lo cierto es que estamos rodeados de actitudes miserables, egoístas, intorelantes, insolidarias, hipócritas, inmorales, mezquinas, calumniosas, petulantes, vanidosas, afectadas, cretinas, insidiosas, soeces y mendaces (por citar solo unas pocas). Hablo de actitudes, sí, y no de personas; actitudes en las que todos caemos en diferente grado. No obstante, no me resisto a afirmar que nos encontramos en el camino de la vida con personajes que hacen gala, a diario, de la pasmosa capacidad de aunar todas estas actitudes, y muchas más, convirtiéndose así en la antítesis del ideal de persona imaginado por poetas, filósofos y soñadores desde la luminosa Antigüedad. Existen, sí, y todos tenemos a veces el triste privilegio conocerlas.
Basta con abrir un periódico (cualquiera de ellos, de cualquier país), escuchar una emisora de radio (la que sea), o conectarse a cualquier canal de televisión (da igual cuál, o en qué idioma). La mentira (la transformación interesada de la realidad) reina en la tiniebla mediática, y la verdad es hoy, en los tiempos de mayor caudal informativo de la Historia, una utopía amenazada por la extinción. La palabra es con demasiada frecuencia un arma al servicio del mejor postor, del interés bastardo, de la envidia, de la venganza, del odio gratuito, de la desfachatez. Siempre ha podido serlo, pero ahora se difunde como nunca, con impudicia. La frivolidad se enseñorea de todo, como efectivo narcótico que nos aleja de la realidad de las cosas, de lo realmente importante. Todo vale, pero no damos valor a casi nada. "El otro", "los otros", no importan. El "YO" se impone al "nosotros". "Tú" y tus circunstancias sólo me interesan si saco algo con el esfuerzo de interesarme por ti y, aún así, brevemente, dominados como estamos por el imperio de la inmediatez.

Amar es así un lujo excesivo en tiempos de crisis. No obstante, cobra entonces sentido y razón el canto paulino, se le de una dimensión religiosa o puramente filosófica: si tuviera tanta (fe, sabiduría, capacidad para predecir, capacidad de expresión, generosidad, veracidad, entrega, paciencia)... mas no tuviera amor (caridad, valores...), nada soy. Sin defender los principios del estoicismo, resulta evidente para cualquiera que SER no es hoy un valor en alza; y SER CADA VEZ MEJOR, ni siquiera es un anhelo generalizado, con lo que transformar la realidad para el progreso y el bienestar moral y material de todos queda en el limbo de los sueños inalcanzables.

No obstante, creo sinceramente que todo esto no debe desanimar a quienes se adentran en la búsqueda de la perfección. Al contrario: el imperio de los valores universales (aquellos que pueden ser aceptados sin imposición por cualquiera, donde fuera, desde la Libertad, el Respeto profundo y la Razón), es más necesario que nunca. Así que no cabe la posibilidad de cejar en el empeño. No vale quitarse de enmedio. No es posible rendirse, aunque no se posea pasta de apóstol ni de mesías, ni se tenga carne de mártir (que diría el H:. Allende). No: tengamos el valor de defender los valores; seamos defensores honrados de la Verdad y de la Fraternidad real entre todos los seres humanos. Aunque no se estile, aunque nos duela hacerlo.

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